La agenda de derechos

Camilo dos Santos

Tenía ya escrito este artículo, antes que se publicara la entrevista de José Mujica, con sus opiniones sobre la agenda de derechos. Mantengo el artículo sin cambios, aunque ya no lleva el título original que era “Detrás del dolor”. El tema se ha hecho político, y en parte lo es, porque involucra a la sociedad toda, pero antes que nada es profundamente humano y personal. La situación de las personas transexuales ha de ser atendida por todos, porque hace a la calidad de los lazos fraternos que nos unen. El 27 de setiembre de este año se realizó la Marcha por la Diversidad. Tuvo dos consignas: “Al clóset nunca más” y “El miedo no es la forma”. Esta última, contra la propuesta de reforma constitucional “Vivir sin miedo” impulsada por el senador Jorge Larrañaga. Las dos consignas comparten un fondo común, el miedo, pero mientras la primera refleja la realidad íntima de las personas transexuales, la segunda es propaganda política. Y esto no es aceptable.
            Los testimonios de personas transexuales que se han animado a manifestarse en público, hablan de la angustia, la soledad y el desprecio. Y en muchos casos de la droga, que las saca de la crueldad del mundo, sobre todo cuando se acaba en una red de trata de personas. Si el Primer Censo de Personas Trans, en 2016, estimó la población en 853, estamos hablando del mismo número de historias personales, que ignoramos en la enorme mayoría de los casos. La acción de los activistas de estos colectivos contribuyen a sacar a la luz pública esta realidad, para que sea conocida. Su acción es política, pero se ha de supeditar a esas personas. No funciona al revés: las personas  sometidas a la política. Porque en ese caso su sufrimiento quedaría relegado a una mera excusa. Una joven trans, estudiante en la Universidad de la República, participante de la Marcha, decía: “Cada persona tiene que darse cuenta que tiene que ser y dejar ser. Es más a nivel individual que institucional”.
En cambio, la consigna “Al clóset nunca más” es pertinente. Se refiere a terminar con la injusta discriminación social de que son objeto por su condición. Pero aquí también vale un comentario. La primera discriminación que padece una persona trans, es la que ella hace sobre sí misma, cuando se da cuenta de la contradicción que sufre. Superar la autocensura es un proceso lleno de dolor que se mitiga, en parte, al aceptar la propia realidad. Es encima de ella que viene la otra discriminación, de los padres o del grupo de amigos o de la escuela. Y se llega a una cadena de injusticias que causa un sufrimiento difícil de imaginar.  
Comentemos otro acontecimiento: la Ley Integral para Personas Trans, de octubre de 2018. Esta ley posee varios artículos con medidas adecuadas para aliviar situaciones de vulnerabilidad. Medidas sobre educación y formación profesional, sobre trabajo, cultura, vivienda y salud. Asegurar que no sean excluidas de las instituciones educativas y destinar becas para institutos de formación laboral. Diseñar políticas culturales que las incluyan. Garantizar su incorporación a programas y políticas de vivienda. Asegurar su acceso a todos los servicios de salud. Es el apoyo que la sociedad les debe y que muchas veces, por discriminación, se les niega. Sin embargo, el artículo 1º de la Ley no está en la misma línea, cuando pretende que toda persona tenga derecho al desarrollo de su personalidad, con independencia de su sexo biológico, genético, anatómico, morfológico, hormonal. Engaña la ley cuando dice que una persona puede desarrollarse al margen del sexo con que nace. Es justamente el sexo la causa del sufrimiento, porque lo que una persona trans experimenta es la contradicción entre lo que es y lo que siente. Si no existiera un sexo, no habría personas trans porque cada uno se desarrollaría de acuerdo a lo que siente, sin ningún obstáculo. La Ley no puede eliminar una contradicción sino ayudar a sobrellevarla, que es lo que hacen los demás artículos mencionados. El mensaje del artículo 1º es más bien una ideología engañosa y los trans son quienes mejor lo saben. Y como toda ideología –liberalismo, marxismo, ideología de género- sacrifica despiadadamente a las personas individuales en favor de sus “grandes ideales de liberación”.  Esto nos parece aborrecible.
Quiero hacer una tercera consideración: el rol que la religión juega en la vida de estas personas. Algunos activistas no la consideran: es un hecho extraño, y para algunos, nocivo. Olvidan que Dios es muchas veces el último recurso, y con frecuencia la Iglesia es su refugio ante el dolor, más allá de que se hayan encontrado en ella con algunas personas que no las han comprendido, no más que otros, que tampoco las han comprendido. Transcribo una cita de Simone Weil, que me ha llegado en estos días, y que expresa, plásticamente, esta realidad: “La imposibilidad es la puerta hacia lo sobrenatural. Sólo podemos golpear. Es otro el que abre”.
Estas consideraciones pueden ayudar a explicar, de paso, por qué casi 270.000 personas votaron en contra de la ley trans.


Juan Carlos Carrasco
Ing. Industrial Mecánico
Master en gobierno de organizaciones
Artículo publicado en el diario El Observador de Montevideo el 8 de enero de 2020