Para
fundamentar tal afirmación haría falta un conjunto de argumentos de carácter
político, sociológico, histórico; y además gozar de una buena cuota de suerte
para acertar. Es cierto. Un desafío a todas luces. Pero eso no me impide
elaborar un razonamiento, más modesto, que aporte algunos elementos al debate
previo a las elecciones de octubre. La conclusión del razonamiento corre por
cuenta del autor.
Luego de 15 años de gobierno, el Frente es un
barco con daños en el casco pero que no le impiden navegar. Hay realidades que
la oposición no cesa de marcar como el endeudamiento, el déficit fiscal con
aumento de impuestos incluido, el deterioro de la educación, la inseguridad,
focos puntuales de corrupción. Por eso se afirma que esta elección es más
incierta que las anteriores. Pero ninguno de esos elementos, en mi opinión,
llega a afectar la estructura del Frente. En una entrevista en el diario El
País, Marina Arismendi, ministra de Desarrollo Social, decía que “cuando las
izquierdas se equivocan, o cuando no hacen lo necesario, los que se embroman
son siempre los mismos: los niños, los viejos, los pobres, las personas con
discapacidad..”. Es decir, si el Frente pierde, vendrá la desolación sobre la
gente necesitada, porque a la derecha –como se clasifica a los que piensan
distinto-, no le interesan los pobres. Obviamente esto no es verdad, pero es el
cerno del pensamiento ideológico. Y éste permanece. Es decir, el Frente se
preocupa hoy por los pobres más que la oposición.
Las ideologías simplifican la
realidad, la dividen en 2 partes, una es la buena y otra la mala, y la buena debe
vencer a la mala para alcanzar la felicidad de todos. En el Frente hay
ideología; también la hay en la oposición, pero más débil. Ésta le recrimina al
oficialismo el déficit fiscal, el riesgo de perder el grado inversor, el
deterioro de la educación y la inseguridad. Pero el déficit fiscal –altamente
pernicioso- no afecta a una enorme mayoría de gente. Perder el grado inversor,
como podría suceder, no es un problema a corto plazo para muchos. Incluso el
estado de la educación, preocupa a menos gente de lo que parece, como decía el
profesor Rilla, hace pocos días. Quizás la inseguridad es más cercana a la
gente y hace más fuerza. Por otro lado, el Frente sí ha conseguido objetivos, y
no se pueden soslayar. Y algunos de los que no se consiguieron, son difíciles
de conseguir para cualquiera. Sin ir más lejos, la burocracia estatal es un
“bolo alimenticio” que hay que ver quién lo traga.
La ideología de la izquierda, a su
vez, no es una flor nacida en el descampado, sino en un terreno abonado por el batllismo,
el otro pensamiento que fue tan fuerte como el de izquierda. Apoyado en el
liberalismo de viejo cuño, y con un fuerte ingrediente de anti catolicismo, el
batllismo también tuvo un componente altamente social. Constituyó un período
muy rico en la legislación laboral y social, que colocó al Uruguay dentro de
los países de avanzada. Pero con una concepción del Estado que lo hizo el único
protector de los débiles.
Vale la pena citar aquí a Luis
Batlle, para ver su concepto de justicia social, 20 años antes de que la lucha
de clases se transformara en el motor del cambio social: “Cuando se amasa la
riqueza entre el capitalista y el trabajador, lo que se produce es de todos y
tiene que repartirse con equidad para que no exista el que lo tiene todo y el
que no tiene nada, porque eso no es ni la tranquilidad ni la paz, ni la
justicia; eso es la arbitrariedad y con arbitrariedad no podemos asegurar la
paz social”. Este impulso del batllismo
se conserva y potencia con el Frente Amplio. Es una corriente que viene de
atrás y se ha afianzado.
Otro elemento a considerar es el
clientelismo político, que ha contribuido al éxito del sistema partidario, y
que es la utilización, principalmente por el partido de gobierno, del aparato
del Estado con fines electorales. Un voto por el empleo público, ha formado la
ya mencionada burocracia, adicta al partido al que se debe. Hay una buena masa de
empleados públicos que han llegado al Estado a través del Frente. En esto no ha
habido cambios respecto a los partidos
tradicionales. Las razones mencionadas hacen pensar que la confrontación de
fuerzas entre el Frente y la oposición, es despareja, y debería prevalecer la
ideología, desde mi punto de vista. El batllismo gobernó 30 años en el primer
período y 12 años en el segundo. Casi medio siglo. El Frente Amplio lleva 15
años en el poder. La política no es matemáticas pero hace más gráficas las
ideas.
Hay una última similitud que quiero
resaltar y es la lucha por los derechos de la mujer, signo de nuestro tiempo, y
que todavía es un ideal a conseguir. El batllismo, sin embargo, identificó ese
derecho con la liberación de la mujer de las cadenas del matrimonio, como lo
expresaba Batlle y Ordóñez. Aunque originalmente no era una idea popular, sino
más bien de una pequeña minoría, se difundió con el tiempo dentro de la
sociedad hasta volverse una institución. Al punto que, cien años más tarde,
todavía cuesta vincular esa mentalidad divorcista con los males sociales que
padecemos, como el retraso educativo, la droga, la delincuencia, la violencia
doméstica. Sin familia, la sociedad se llenó jóvenes que tienen que valerse
solos, que han perdido las referencias sociales, que se van transformando
progresivamente en “lobos solitarios”. El proceso ha continuado y la pendiente
agenda de derechos de las mujeres ha llevado al Frente a dar una pretendida
respuesta con el aborto, la congelación de embriones y el matrimonio
igualitario. Las consecuencias de estas leyes todavía son impredecibles, aunque
es posible que se acorten los tiempos entre causa y efecto.
Si mi pronóstico sobre las elecciones
es equivocado, queda pendiente otro artículo para disculparme.
Juan Carlos Carrasco
Ingeniero Industrial mecánico
Master en gobierno de
organizaciones
Artículo aparecido en el diario El Observador de Montevideo el 4/4/2019
Artículo aparecido en el diario El Observador de Montevideo el 4/4/2019